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lunes, 28 de diciembre de 2009

PERSONAJES DESTACADOS: Ibn'Arabi


Abū Bakr Muhammad bn 'Alī Ibn 'Arabi (en árabe أبو بكر محمد بن علي ابن عربي الحطمي) (Murcia, 28 de julio de 1165 – Damasco, 10 de noviembre de 1240), más conocido como Ibn Arabi, Abenarabi y Ben Arabi fue un místico sufí, filósofo, poeta, viajero y sabio musulmán andalusí. Sus importantes aportaciones en muchos de los campos de las diferentes ciencias religiosas islámicas le han valido el sobrenombre de Vivificador de la Religión (en árabe محيي الدين Muhyi al-Din) y El Doctor Máximo (en árabe الشيخ الأكبر as-Sheij al-Akbar).[1] Es probablemente la figura más influyente en la historia del misticismo islámico.


Nacido en Murcia, de padre murciano y madre bereber, se trasladó con su familia a Sevilla a la edad de 7 años. Sus estudios literarios juveniles transcurrieron entre Lora del Río y Carmona.

El ansia de saber condujo a Ibn Arabi a una vida viajera, recorriendo primero su Al-Andalus natal y luego el Norte de África visitando a los diferentes grupos sufíes. Más tarde visitó El Cairo y Jerusalén. Después de pasar dos años de emociones espirituales en La Meca decidió continuar viaje a Bagdad, Mosul, Konya (antigua capital del Sultanato de Rüm y una ciudad de la actual Turquía) y Damasco, donde finalmente se estableció durante 17 años hasta su fallecimiento. Su tumba, en la que después fueron enterrados dos de sus hijos, aun se conserva y es lugar de peregrinación para el mundo musulmán. Sobre su tumba los otomanos edificaron una madrasa en la que se guarda su sepulcro.

Pensamiento

Tumba de Ibn 'Arabi en Damasco.Aunque los estudios orientalistas españoles lo han relacionado con la escuela de Ibn al-Arif (Abenalarif), y lo consideraron inicialmente más un filosofo que un sufí, los maestros sufíes de muchas órdenes en el sufismo desde hace siglos lo han considerado como un gran maestro conocedor por 'experiencia (espiritual) directa', al que incluso han dado el calificativo de Sheij al Akbar, o el más grande de los maestros. En la literatura académica occidental contemporánea, en esa línea, los estudios de su obra llevados a cabo por autores como Michel Chodkiewicz, William Chittick, Denis Gril y en España por Pablo Beneito, muestran claramente que su contacto con las escuelas aristotélicas de Alfarabi y Averroes o la filosofía neoplatónica de la escuela de Ibn Hazm fue muy superficial.

Su obra es, ante todo, de carácter gnóstico-religiosa; sus críticas al entendimiento meramente externo y árido de la religión e incluso a la filosofía misma son abundantes en su obra. Pero es evidente que no es un simple "místico": el contenido metafísico de su obra abarca desde la interpretación gnóstico-sapiencial de la sharia (Ley Islámica) -siempre con una cierta visión zahirí como la de Ibn Hazm, pero a la que supera ampliamente- hasta una cosmología basada en la revelación divina y de su Unicidad (que fue bautizada por sus sucesores como la Unicidad de la Existencia o Wahdat al-wuyud).

La doctrina de Ibn Arabi abunda en el carácter absoluto de Dios como unidad suprema. Esta niega cualquier tipo de analogía entre Dios y lo creado -por lo tanto escapando del panteísmo que le han adscrito algunos- pero también desarrollando una compleja relación de lo creado con el Creador, del que es una expresión de sus diferentes Nombres y Atributos (Allahu al-asma al-husna), que inició Sahl al-Tustari. Esta radical separación de Dios y su creación impide su conocimiento racional de Dios como Esencia, pero no impide su conocimiento a través del develamiento, o sea, de la certificación o Realización de la Realidad (Haqq) de las cosas, que no es otro que Dios. Con él el sufismo alcanza el desarrollo más refinado de la expresión de la elaboración teórica del sufismo.

Al igual que los neoplatónicos aplica una escala jerárquica de géneros y especies entre la no existencia al ser creador, que se relaciona a su vez con su idea del amor también compuesto de una serie de grados que van desde la simpatía o inclinación hasta el puro amor.


Canto final del Libro de las teofanías:
Escucha, ¡oh bien amado!
Yo soy la realidad del mundo, el centro y la circunferencia,
Yo soy las partes y el todo.
Yo soy la voluntad establecida entre el Cielo y la Tierra,
No he creado en ti la percepción más que para ser el objeto de mi percepción.
Si me percibes, te percibes a ti mismo.
Pero no podrías percibirme a través de ti.
Es por mi mirada por la que me ves y por la que te ves,
No es por tu mirada por lo que puedes percibirme.
¡Bien amado!
Tantas veces te he llamado y no me has escuchado.
Tantas veces me he mostrado a ti y tú no me has visto.
Tantas veces me he convertido en suave efluvio y no has percibido el aroma.
Alimento sabroso, y no me has degustado.
¿Por qué no puedes alcanzarme a través de los objetos que tocas?
¿O respirarme a través de los olores?
¿Por qué no me ves? ¿Por qué no me escuchas?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Para ti mis delicias sobrepasan las demás delicias,
Y el placer que te procuro sobrepasa todos los placeres.
Para ti soy preferible a todos los demás bienes,
Soy la Belleza, soy la Gracia.
Ámame, Ámame a mí sólo.
Piérdete en mí, en mí sólo.
Únete a mí,
Nadie es más íntimo que yo.
Los otros te aman por ellos mismos,
Yo te amo por ti.
Y tú... tú huyes lejos de mí.
¡Bien amado!
No puedes tratarme con equidad,
Pues si te aproximas a mí,
Es porque yo me he aproximado a ti.
Estoy más cerca de ti que tú mismo,
Que tu alma, que tu aliento.
¿Quién, pues, entre las criaturas
Actuaría así contigo?
Estoy celoso de ti contra ti.
No quiero que pertenezcas a otro,
Ni siquiera a ti mismo.
Sé mío, para mí, como estás en mí,
Aun cuando tú no lo sepas.
¡Bien amado!
Vayamos hacia la Unión.
Y si encontráramos el camino
Que lleva a la separación,
Destruiríamos la separación.
Vayamos de la mano.
Entremos en la presencia de la Verdad.
Que ella sea nuestro juez
E imprima su sello sobre nuestra unión
Para siempre.


Henry Corbin, La imaginación creadora en el sufismo de Ibn 'Arabî,
editorial Destino, pags. 53-69.
Traducción de María Tabuyo y Agustín López

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