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Foro Mundial de la Educación 2010.Santiago de Compostela

jueves, 14 de enero de 2010

RELATO: SILENCIO DE MADERA


XVIII CONCURSO DE RELATOS CORTOS REPSOL YPF
Segundo Premio Lengua Castellana
Autora: Ana Mª Sastre FernándeZ
Relato: “Silencio de madera”
Centro Educativo: Compañía de María
A Coruña


Silencio de madera
El día agoniza, se marcha, nos abandona...Un sol escarlata brilla con sus últimas
fuerzas mientras va desapareciendo poco a poco por la lejanía. Acompaña el viento la
belleza de la luna, soberana de la noche en el firmamento; las estrellas iluminan el
oscuro cielo, ya se despiertan los astros, ya brilla la gran bóveda celeste. Las tiendas
cierran sus puertas, las luces se apagan, el silencio ya existente se hace cada vez más
poderoso, ahora las farolas en el parque muestran la luz de su interior.
La primavera casi ha llegado; los árboles empiezan ya a mostrar dulces frutos
variados, los jardines llenos de flores multicolores desprenden una fragancia propia de
un jardín real, y entre árboles, arbustos...en un rincón mágico y apartado del parque , me
encuentro yo, banco de madera disfrutando de la noche a la que hoy entrego mi larga
vida.
Es difícil y extraño a la vez explicar las sensaciones que vibran en mi madera;
mis sentimientos de banco no siempre se pueden expresar con palabras. Mis días aquí
han terminado, sé que no volveré jamás y eso verdaderamente me asusta. Siento una
ansiedad, una inquietud, un cosquilleo... como si una larga hilera de hormigas hubiese
decidido celebrar una convención de permanencia continua en mi madera.
Y todo este sufrimiento se desencadena por un simple proyecto de renovación de
los elementos comunes de la ciudad. Se ha decido prescindir de nosotros, se ha llegado
a la conclusión de que la modernidad y la innovación es lo que importa, sin tener en
cuenta el valor de lo añejo. Mañana nos recogerán y nos apartarán de lo que ha sido
hasta ahora nuestra morada, mañana desapareceremos sin dejar rastro, llevándonos con
nosotros las huellas del paso del tiempo.
Las hojas son llevadas por el viento desde el Este hasta el lugar donde
desaparece nuestro astro Sol. Unos pájaros rumorosos interrumpen el descanso en el
jardín. La suave brisa nocturna acaricia los rosales del vergel mientras la hierba baila
ondeando al compás de la sinfonía de los grillos. Unas tímidas luciérnagas sobrevuelan
alfombras de flores silvestres. ¡Eterno perfume primaveral colmado de recuerdos, llena
este espacio vacío y melancólico!
Vida, alegría, pasión...volved a mí; deleitadme con la perfección de la
naturaleza. Permitidme ahora olvidar que el mal existe, que no todo es seguridad, que lo
que comienza, termina; que lo que nace, vive y muere...,¿ a caso el cielo tiene fin y el
mar muere?
Se está creando un nuevo mundo donde nosotros no estamos, donde los asientos
de madera no son más que antigüedades, donde la gente verá bancos de aluminio, metal,
hierro forjado...o qué se yo de qué materia formados, que serán originales, quizá más
firmes y más confortables, pero que nadie reconocerá , serán extraños, fríos, austeros, y
no conocerán a la gente porque ellos no se acercarán. Habrá un cúmulo de bancos sin
nombres grabados, sin recuerdos y sin secretos.
Qué triste saber que muchos de los que desean remplazarme a mi y como no, a
mis compañeros bancos; por otros no mejores pero si modernos, han disfrutado tantas
veces de nuestra amistad y nuestro cariño, desde su infancia, pasando por su juventud...
y no lo recuerdan. Parece que intentan olvidar el pasado, o más bien parece que se
avergüenzan de él, pero quién soy yo, sino un simple banco, para juzgarlos.
Condeno la osadía de aquellos que quieren terminar conmigo, de aquellos que
desean remplazar lo que es historia y lo que es antiguo. Castigo a ésos que anhelan
hacer de nosotros recuerdo, que poco a poco irá desapareciendo para finalmente quedar
en la sepultura del olvido y no volver nunca jamás. A todo ello me opongo, y contra
todo ello voy a luchar. Del lugar donde se guarda el poder de los sueños y los pasos que
marcan nuestro camino, surgirán mis fuerzas; valiosas experiencias vividas para
afrontar los obstáculos que el destino nos presente y que nos ayudarán también a dar
sentido a nuestra vida y a encontrar la felicidad que todos deseamos alcanzar.
Una ráfaga de nostalgia sacude mi mente; se presentan ante mi, memorias
distantes y opacas, que luchan contra mi entereza para ser presente y no olvido.
Comienzo a pensar, recordando historias perdidas, guardadas en un lugar muy oculto;
reviviendo promesas no cumplidas, y sueños jamás hallados. Recorro sin rumbo
recuerdos sin término, recorro sin rumbo recuerdos que perdurarán eternamente en mí.
Nosotros, bancos, siempre callados con nuestro silencio de madera y quietos e
inmóviles... ¿Por quién tanta espera? Por amigos con cuerpo y alma, con dolor y gozo;
por amigos que nos han regalado parte de sus vivencias, nos han prestado sus sueños y
aspiraciones, nos han mostrado sus sentimientos e inquietudes, que simplemente nos
han dejado vivir un fragmento de sus vidas y formar parte de su memoria.
Cuántas generaciones ya pasadas han confiado en nosotros. Cómo recuerdo ese
niño que a mi amparo se sentaba cuando sus pequeñas piernas no alcanzaban aún tocar
el suelo; que creció, se hizo joven y con él llegaron los largos paseos por el parque y la
primera declaración de amor. Siguió prosperando y a sus hijos me confió como sus
padres habían hecho con él, su familia ya era también la mía. Y luego anciano volvía a
mí para reposar el peso de los años y las piernas cansadas, y para echar la vista atrás y
admirar lo conseguido.
Yo he sido el pañuelo de miles de lágrimas que han llorado conmigo. Lágrimas
que han mojado mi cuerpo de madera como terapia de sus penas. He sido también el
apoyo de aquellos fatigados que veían en mi el más cómodo lugar de descanso. Pues,
¿hay un lugar mejor en el mundo que éste, dónde la tregua parezca eterna, donde la
realidad tenga otro sentido, dónde las emociones sean más fuertes y lo abarquen todo?
A lo mejor existe, si es así, lo desconozco; quizá ya lo haya visto, si así es,
trataré de recordarlo; o tal vez, aún quede la posibilidad de descubrirlo. En cualquier
caso adoro este parque, y como yo, supongo que otros muchos que deciden pasar su
valioso tiempo aquí; disfrutando de la pequeña fuente de piedra que salpica a decenas
de pececillos naranjas que por allí aletean, y que al mismo tiempo da de beber a las ya
tradicionales palomas de parque; o disfrutando de los largos bulevares que atraviesan
los jardines, escoltados por la sombra de cipreses y álamos. Todo es maravilloso sin
duda alguna, cómo poder olvidarlo.
Aunque mis pies estén clavados en este profundo suelo y no tenga la capacidad
de elegir cuándo y adónde marchar, puedo decir que conozco el mundo. Conozco
cientos de países con sus distintas culturas, tradiciones, lenguas, con sus diversas formas
de ver, disfrutar e interpretar la vida... Son cientos las personas que me han contado sus
aventuras, descubrimientos y vivencias en los más variados parajes del mundo, y me
han permitido por unos instantes acercarme a ellos: Desde el romántico París o Venecia,
pasando por el majestuoso Egipto, recorriendo las más salvajes y peligrosas selvas,
hasta pasear por les verdes praderas irlandesas; y así podría seguir diciendo. Sin
embargo, ante las claras diferencias que todo el mundo quiere ver entre unos sitios y
otros, yo no las he visto, ni las veo. Por eso pienso que todos somos distintos ya que
cada uno tiene ese no sé que , que le hace especial y único; pero al mismo tiempo hay
unos valores que nos igualan. No tendríamos que olvidar en ningún momento, que antes
que todo y sobre todo, nacemos, vivimos y morimos; y que todos los que estamos aquí,
ya sea hombre, gaviota o banco, queremos ser felices.
Ahora una conocida paloma se posa en mi respaldo, y me saluda agitando las
alas. Necesita retomar fuerzas para volver de nuevo a alzar sus alas y salir volando hacia
el cielo. Pero antes de marcharse, yo sé que me quiere decir algo. Aunque sé que será
difícil para ella, sé verdaderamente que lo hará. Mi madera empieza a vibrar de
emoción...mi madera vibra de alegría. Aún se acuerda de lo bien que lo pasábamos sin
decirnos nada, sólo mirándonos mutuamente. En este momento vuelve a hacerlo como
en otro tiempo lo hacía, y por primera vez abre el pico y me dedica un leve suspiro.
Espero que esa imagen no desaparezca.
El olor de la primavera vuelve a inundarlo todo, recordándome en algún sentido
el calor del verano, las hojas que caen y vuelan con el viento en otoño, o el frío que en
invierno a mí también me hace tiritar.
No quiero pensar que todo lo que he vivido ha sido sólo un ilusión o un
espejismo; por eso miro a mi alrededor y doy gracias de haberlo visto, y espero que
aquellos amigos, el elixir de mi vida, piensen siempre en nosotros y hayan conseguido
ver algo más que un trozo de madera.
Las manecillas del reloj aceleran cada vez más su paso, ya queda menos para el
final. De repente una mano roza amistosamente mi tosca madera y me señala a mí. Es
un amigo que me conoce y sabe que hoy es mi último día aquí y que no nos volveremos
a ver más. Se aleja unos pasos para mirarnos mejor. Quiere despedirse, y yo a él darle
las gracias, queremos asegurarnos ambos de que solos estaremos bien y que siempre
nos guardaremos uno al otro, en un lugar llamado recuerdo. Vuelve a acercarse a mi con
decisión y susurrando me dice: “ Con un pequeño gesto se puede conseguir un universo.
Un universo colmado de experiencias y sensaciones. Tu has dejado huella en mi
universo, yo quiero estar también en el tuyo.” Y con una piedrecilla me grabó su
nombre.

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